Nunc liber mortis sum
Hoy he visto un entierro,
muchos lloraban,
todos flores llevaban.
El fallecido, un varón.
La eterna viuda,
miraba el reloj,
el mismo que un día,
él llevó.
Entonces ella dijo
que no era la única viuda,
ni huérfanos sólo sus hijos.
Otros a un marido
y a un padre habían perdido.
La otra mujer, la palabra.
Los otros hijos, sus poemas.
Entonces calló mirando el reloj,
el mismo que un día,
él llevó.
Volvió a hablar y dijo
que hicieran los presentes
como los poemas y la palabra,
que ninguno la muerte llorara.
Pues él seguiría vivo
en sus esposas e hijos.
Calló y miró el reloj,
el mismo que un día,
él llevó.
Caminé hacia la tumba
y leí el epígrafe:
Nunc,
liber mortis sum.
Ahora,
soy libre de la muerte.
Había un dibujo también
en la gris lápida.
una calavera y un reloj.
Justo debajo su nombre.
Entonces me di cuenta,
el muerto era yo.
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